Saltar al contenido

Hasta siempre Natasha, Bruce y Steve


¿Quién podría arrancarte a mi ternura?
Clavado estás en ella. Ni la Muerte
Podrá jamás, amor, desenclavarte.
(Extracto del poema “II” de Susana March)

Del cielo al infierno. De la ilusión y la alegría a la impotencia y la tristeza más absolutas.

Así daba comienzo Mauri, uno de los papás de acogida del pequeño Bruce a un texto de despedida que ha escrito y que os reproducimos integro más abajo. Son palabras salidas del alma de alguien que se ha dejado la piel, junto a su pareja Lola en intentar suplir todas las necesidades de su pequeño bebe Bruce. Palabras que repetirían como una letanía Amparo y su hija que dieron cobijo al pequeño Steve o Manuela que se desvivió por Natasha. Porque estos tres pequeños ya no están con nosotros, cruzaron ese arcoíris cuando apenas habían pasado unos días desde que fueron acogidos, sus débiles cuerpecitos no soportaron la ausencia materna y se fueron marchando.

Esta despedida de los peques es un alegato de agradecimiento a estas personas de corazón infinito que cambian horas de sueño por preparar biberones minúsculos, que suspiran aliviados cuando ven como se agarran a la tetilla del bibe y empiezan a succionar, que les brota una sonrisa mientras les acarician las cabecitas y vigilan como poco a poco, mililitro a mililitro, la leche desciende; que se han convertido en expertos termómetros vivientes controlando que su temperatura sea constante y no se queden fríos y que a la mínima ya están reactivándoles la fuente de calor; que se emocionan cuando sus bebes les regalan un pis o una caca tras estimularlos como lo haría su madre. Que lloran desconsolados cuando todo ese esfuerzo es en vano porque esos bebes se fueron apagando.

Estamos seguros de que si Natasha, Bruce y Steve pudieran no habrían escogido amor más grande que recibir que de vosotros. Gracias Manuela, Amparo, Lola y Mauri por vuestros desvelos.

 

Despedida de Mauri

Del cielo al infierno. De la ilusión y la alegría a la impotencia y la tristeza más absolutas. Así han sido nuestras últimas horas, en las cuales se nos han ido dos angelitos que acogimos con esperanza de sacarlos adelante, aún a sabiendas de que eran muy pequeños. Y es que criar a un gatito con pocas semanas es una tarea titánica. Por todos los cuidados que requiere, pero sobre todo porque un humano jamás puede sustituir a la madre, por muy buena voluntad que se tenga. Y aquí os aseguro que no ha podido haber más amor, esfuerzo y sacrificio, pero por desgracia no ha sido suficiente. Y nosotros nos quedamos rotos, con la sensación de que todos los mimos y cuidados, las horas en vela y el amor incondicional no han bastado ante la dureza del abandono o la ausencia materna a tan temprana edad.

No soy nadie para dar lecciones, pero si me gustaría basándome en mi experiencia personal ofreceros un consejo, que más que un consejo es un favor personal que os pido con toda humildad y con la mejor intención del mundo: si veis una camada de gatitos abandonada no los cojáis de primeras ni los toquéis. Aguardad, dejadlos allí unas cuantas horas e id revisando la zona donde están cada cierto tiempo. Si a última hora de la tarde la madre no ha vuelto, cogedlos, ya que la madre posiblemente no vaya a volver y sois su única esperanza para sobrevivir.

Hasta siempre chiquitines. Espero que allí donde estéis podáis disfrutar lo que esta dura vida no os ha permitido.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.